viernes, 19 de octubre de 2007

Un cuerpo diseñado para gustar y un cerebro atractivo

El planteamiento de Charles Darwin en su teoría de la evolución por selección natural fue sencillo: nacen muchos individuos, pero sólo los mejor adaptados al entorno sobreviven y consiguen transmitir sus características físicas a la siguiente generación.
Pero Darwin también observó rasgos cuya función para la supervivencia no era tan evidente. ¿Porqué los leones tenían cabellera? o ¿cuál podía ser la función de los pesados e incómodos cuernos del alce? O peor aún; al pavo real macho su frondosa y coloreada cola le hacía más visible y vulnerable a los ataques de sus depredadores. La respuesta estaba en la selección sexual.
En cuanto a la selección sexual, la psicología evolutiva considera que todavía tenemos instintos que nos hacen preferir más unas caras que otras, unos cuerpos determinados, o unos cerebros adornados. Pero empecemos con lo que nos parece mas obvio:

Recomiendo ampliamente leer toda la reseña, seguro la disfrutarán…..

I. Cuerpos diseñados para gustar

De las más de 200 especies de primates, los humanos somos los únicos cuyas hembras mantienen los pechos grandes fuera del periodo de lactancia y acumulan grasa en las nalgas. Además, el pene de los hombres es el más largo, flexible y sobretodo grueso de entre sus parientes. Según los psicólogos evolutivos, si un rasgo físico propio de un sexo en concreto se encuentra más desarrollado en nuestra especie, no tiene un claro valor adaptativo, y empieza a manifestarse a partir de la pubertad, tiene muchas probabilidades de ser fruto de la selección sexual.

En este sentido, parece que al aplicar la lógica evolutiva al diseño de nuestros cuerpos se confirman algunos tópicos. En las complicadas condiciones de vida del pasado nuestros ancestros preferían aparearse con mujeres de caderas anchas, cintura estrecha y pechos generosos porque indicaban fertilidad, juventud, salud y buenas reservas para hacer frente a un embarazo. Por su parte, para las mujeres del Pleistoceno, el tamaño sí importaba, valoraban la musculatura en la parte superior del cuerpo, y por lo general todavía les atraen los hombres más altos que ellas.

Claro que hay excepciones y evidentes interferencias culturales. Cada población humana tiene sus propios criterios estéticos, y también las modas o publicidad van imponiendo una serie de modelos, pero todo esto no excluye que a lo largo de miles de años de evolución algunos rasgos físicos se hayan seleccionado como indicadores de salud, buenas condiciones físicas o fertilidad.

De hecho, algunos estudios realizados mostrando rostros a personas de diferentes clases sociales, edades, culturas y razas han demostrado que sí existen unos patrones de belleza universales.
Un experimento realizado con mujeres demostró que ellas prefieren rasgos que denotan más testosterona en períodos de fertilidad. En general los hombres buscan señales de juventud, como una nariz pequeña, ojos grandes, labios gruesos y piel suave, clara y tersa. Respecto a las preferencias faciales de las mujeres, investigaciones donde se modificaban fotos para conseguir diferentes grados de masculinización demostraron un hecho curioso: sus gustos varían en función del ciclo menstrual. En el momento de máxima fertilidad se sienten más atraídas por caras que reflejan altos niveles de testosterona, con mandíbulas anchas o cejas prominentes.

Pero parece que otro de los factores más influyente a la hora de percibir subliminalmente un rostro como bello es la simetría. En principio nuestra cara y cuerpo deberían ser perfectamente simétricos, pero tanto durante el desarrollo embrionario como a lo largo de nuestra vida, estamos expuestos a virus, parásitos o agresiones del medioambiente que van provocando lesiones que repercuten en una pérdida de simetría. De esta forma, una cara simétrica indicaría un buen sistema inmunológico que ha sido capaz de luchar de forma efectiva contra estas agresiones, y a lo largo de miles de años de evolución este rasgo se habría ido seleccionando como muestra de calidad genética. Los hijos de los que instintivamente supieron apreciar la simetría, tuvieron más probabilidades de transmitir dicha información a sus hijos.

II. Una mente para cortejar

Hay quien va más lejos y asegura que el órgano de nuestro cuerpo que más se ha adornado para resultar atractivo es el cerebro. El psicólogo Geoffrey Miller afirma en su libro “The Mating Mind” que la música, la poesía, el humor, el arte, inventar historias, mitos... son habilidades que no tienen demasiado sentido para sobrevivir. Su interpretación es que se han desarrollado para demostrar la virtud más valiosa de los seres humanos, la inteligencia.

Si tomamos el lenguaje, por ejemplo, vemos que para transmitir información no necesitamos ni mucho menos tantas palabras como hay en el diccionario. De hecho, en conversaciones ordinarias utilizamos sólo el 5% de las que existen. Según Miller, el 95% restante se trata de ornamentos para seducir a la pareja, ya que los buenos oradores anuncian conocimiento, buen juicio, experiencia, y generalmente ocupan un estatus social más elevado; valores que en un momento de la evolución humana llegaron a ser más importantes para sobrevivir que la fuerza física o la propia belleza.

También analiza ciertas actitudes peculiares respecto a la conversación. La imagen de varios hombres discutiendo entre ellos cuando hay mujeres delante, recuerda las competiciones de los machos para ver quien se queda con la hembra. Y no deja de ser curioso que, ya dentro del cortejo inicial de la pareja, los hombres hablen más mientras que las mujeres escuchen mejor.

Recordemos que en la naturaleza quien se exhibe es el macho.

Algo parecido pasa con la música. Somos seres musicales. No ha existido ninguna cultura sin música, y parece que tengamos una habilidad especial para este arte. Nos cuesta muchísimo aprender de memoria un texto, pero recordamos durante años las letras de las canciones.
Según Miller, este instinto musical se ha desarrollado por el mismo motivo que el canto de los pájaros. Aquellos de nuestros ancestros que cantaban mejor resultaron más atractivos para sus parejas, dejaron más descendencia, y poco a poco esta habilidad se fue inscribiendo en nuestros genes. Lo mismo pasaría con el humor o las creaciones artísticas, claras muestras de inteligencia y creatividad.

Resulta harto complicado analizar el porqué del comportamiento humano, sobretodo si a las incertidumbres en la interpretación de la teoría evolutiva le añadimos la evidente interferencia de los condicionantes culturales, pero lo que está claro es que si pretendemos comprender nuestra naturaleza, no debemos obviar de dónde venimos.

3 comentarios:

Tadeo dijo...

Es muy interesante esta contraposición de lo biológico y lo intelectual. Agrega explicaciones sobre una espécie de búsqueda que me ocupa, y es la del por qué del mandoble bruto que el hombre de todas partes ha aplicado sobre las mujeres desde que el mundo es mundo.Casi...
Sé que la cosa pasa por un miedo horrible, o algo así. Pero aun no doy con el "quid".
Gracias por esta.
Luis Laya

Carmen Mosquera dijo...

Sí Tadeo (o Luis?) va por la vía del miedo como emoción propia y la incapacidad empática.... es simple creo, bastante simple...

pochogarcés dijo...

Finalmente carmen, el sentido de la cracion esta haciendo su trabajo. Esa naturalidad para cantarle a los pajaros, para cautivar a la hembra, para cortejar con estrategia, y esa seleccion (casi antinatural) en celo, sumado a las poblaciones olvidadas en las cejas, esos camino bienformados de caderas, y la linea masculina y pechos de juventud, me dice que nada es nuevo y todo pareciera ser sencillo.